La comunicación como profesión en nuestra sociedad. La comunicación desde el tejido social.
Por Juan Manuel Giménez (*)
Prólogo: pensar, decir y hacer "entre" las instituciones.
Suele decirse que en este mundo contemporáneo de la desvinculación y la desregulación no hay recetas para su habitabilidad, ni para la construcción de su habitabilidad. Cosa tan naturalizada que precisamente el sentido común demanda recetas para restituir un poco de certidumbre.
Obviamente lo que se dice en estas líneas no pretende ser ninguna receta sobre el de las instituciones. Pero vale aclarar que también cabalgan estas líneas contra aquellos prospectos que recetan la no receta. Porque el latiguillo de que todo vale y de que no hay recetas puede terminar consolidando la peor de las recetas: receta leve o liviana, impotentizadora y esclerosante por insustantiva. Receta sin sustancia, insulsa, desabrida o edulcorada, normalizadora del desorden o mejor dicho propulsora de un desorden normalizador (1), afectada sin pasión pero funcional a este mundo regulado por la desregulación.
En síntesis: la receta del régimen. Nuevamente el discurso del amo interiorizado y exteriorizado como propio. Generadora de una abolición fantasmática del conflicto y la historia, de la historicidad como condición y entonces, también, una pérdida del compromiso político.
Desde la Asociación de Profesionales Universitarios de la Comunicación (APUC) venimos pensando el campo profesional precisamente como un entre instituciones. En ese sentido este artículo constituye no una receta pero si una toma de posición en relación con el campo de la comunicación.
El nudo del problema.
(las profesiones) son prácticas sociales inscritas en diversos proyectos. Detrás de una concepción profesional subsiste una teoría social y una teoría disciplinar. De tal manera que la constitución, que la valoración y legitimación científico social de la profesión reclama la construcción de un problema conceptual.
Angel Díaz Barriga
Este escrito presenta un intento por comenzar a reflexionar sobre la dimensión política que se pone en juego en la articulación del campo profesional de la comunicación. También es la expresión de una voz para pensar las dinámicas por las que se establece e institucionaliza una lógica un modo de funcionamiento al proceso de construcción de sentido acerca de lo que una sociedad comprende como su propia dimensión comunicacional.
Es decir, lo que está en cuestión es la propia relación comunicación/sociedad y la configuración básica que por esta relación se espera de un profesional del campo.
Aclarado el carácter político de estas reflexiones, vale la pena también señalar que estas pocas líneas sólo pretenden iniciar una reflexión, ser un primer ejercicio de reflexión acerca de estas dinámicas. Pero también señalar que abordar este tipo de reflexiones es para nosotros de vital importancia no sólo desde el punto de vista profesional, sino desde una perspectiva política que genere disposiciones para la acción comprometidas con la habitabilidad de una determinada sociedad.
Dicho esto, queda claro que el nudo que intentamos revisar es el que se teje entre la profesión, la sociedad y la comunicación.
Es decir, el nudo en el que se hace la experiencia de un nos-otros, profesionales en un con-texto social determinado que acentúa determinadas lógicas de relaciones sociales. Lógicas en las que se comprometen los términos elementales y las diversas articulaciones de relación comunal o, para decirlo en otras palabras, en las que se pone en juego un saber de lo comunicacional en el seno de la vida social.
Según nuestro interés, se podría empezar por cualquiera de los hilos de este nudo porque ellos constituyen la urdimbre que con-figuraría (2) la experiencia de un nosotros profesional. Mueve el intento de estas breves líneas, comenzar a deliberar para la construcción de una cierta identidad (3) (profesional) productora de una discursividad social sobre la comunicación.
La profesión en términos políticos.
Comencemos por indicar, a nuestro criterio, cuáles son los campos que intervienen en la configuración de la dinámica a la que apuntamos, estos son:
Un campo de conocimientos, con un actor fundamental (no el único) que son las Instituciones de Educación Superior.
Un campo específicamente ocupacional, hoy hegemonizado por la lógica del .
Un campo específicamente profesional demarcado por el momento sociohistórico e institucional (intereses, sectores, posiciones, grados de especialización, etc.)
No nos ocuparemos específicamente en este caso del problema de la formación de los profesionales de la comunicación, pero sin duda la cuestión de lo académicocientífico y de lo educativo es central en esta dinámica, su tarea no puede ser gobernada ni reducida por la lógica que el aparato productivista (financiero) hegemónico pretende imponer. Para usar un lenguaje sistémico, la función social de lo académico-científico-educativo (instancias formadoras de un campo profesional) no puede reducirse a ser función del aparato productivo (la estructura económica) sin perder precisamente su función social. Por poner solo un ejemplo: son temporalidades muy diferentes las que rigen a la producción de saber social que aquellas que rigen hoy más que nunca la dinámica del aparato productivista (financiero).
Este desacople no tiene que arrastrar al campo profesional porque su ventaja comparativa es la capacidad de intervención en la constitución misma del campo y, precisamente reside allí la posibilidad de este campo de inscribir su marca en la dinámica de una sociedad.
Trasladar mecánica y linealmente las demandas productivistas a este campo es confundir (también podemos decir articular ideológicamente) educación y economía de tal manera que la operación generalizante (dispositivo) que se produce en torno a las profesiones es circunscribir el conocimiento disciplinario-profesional a lo útil. En un momento histórico marcado por el pensamiento utilitario (una unidimensionalización del pensamiento que dice conocimiento = útil), se produce una de la profesión de tal modo que queda circunscripta a lo útil.
La profesión es reducida a su vinculación con el aparato productivo dominante de una sociedad, midiéndose su rendimiento (rentabilidad) según la lógica de los indicadores en clave "productivista/ consumista". La operación teóricopráctica de este productivismo consiste precisamente en transferir y la productividad social de una profesión según su adecuación y adaptación al funcionamiento de la estructura económica dominante.
Frente al avance de esta lógica es importante para nosotros entender que el campo de conocimientos implica la articulación de conocimientos disciplinares, habilidades técnico-profesionales, y actitud política con relación a la constitución del campo profesional. Vale decir, comprender el problema de la profesión en el marco de una formación socio-cultural.
Con relación al campo específicamente laboral ya dijimos que hoy está regulado y gobernado por el mercado y desde este gobierno se pretende homologar la estructura institucionalizante de la profesión al mismo mercado ocupacional, en franca devaluación pero con la lógica de empresa en clara actitud hegemónica.
Se hace más que necesario el señalamiento del desfase existente entre egreso profesional y generación de empleo, lo que implica una estructuración de la ocupación con fuertes fenómenos de subempleo y desempleo profesional que fomentan un tipo de competitividad para un aparato productivo reducido a su condición tecnológica productivista, pero que hacen a factores sociales y políticos de una gran descompensación y cuyas consecuencias son un deterioro riesgoso de la vida social y política.
Entonces, estas condiciones de existencia muestran que una fuerte estructuración de un mercado ocupacional con escasez de empleo restringe la competencia (4) de la labor profesional en el mejoramiento de la vida social y política de una comunidad.
Vale decir que la competitividad en el marco del mercado ocupacional no tiene una relación simple y directa con la potenciación de la competencia profesional para la vida de la comunidad. Es más, a veces en la región parece establecerse una relación perversa en el sentido de que a una mayor competitividad corresponde una menor competencia profesional para el mejoramiento de la vida social y política de una comunidad.
Más competitividad; peores condiciones laborales; menos competencia profesional para la vida de la comunidad.
En lo referente al campo específicamente profesional seguimos los lineamientos que Teresa Pacheco Méndez plantea del siguiente modo:
La presencia y confrontación de intereses en la constitución de los campos profesionales, tanto en su origen como a lo largo de su trayectoria, representa una posible directriz de análisis que permite identificar la diversidad de posturas existentes en torno a una actividad determinada. La diversidad, distribución y peso de las posiciones asumidas en torno a una actividad o a un campo de conocimiento determinado permitirán dar cuenta de la influencia que tiene la correlación de fuerzas y la diversificación de posiciones a lo largo de la conformación o trayectoria de un campo profesional, así como los cambios y modificaciones en él producidos. De este modo, el predominio de ciertas condiciones sociales, así como intereses y posiciones con respecto a un campo profesional, favorecen la permanencia de una determinada estructura profesional, social e institucionalmente hablando, y, con ello, todo el sistema de relaciones sociales, normas y mecanismos de funcionamiento y legitimación del campo en cuestión. En el caso contrario, el predominio de la confrontación permanente entre posiciones asegura la modificación de la estructura profesional, lo mismo que el tipo de intereses prevalecientes.
La delimitación que un determinado campo profesional supone, tanto en el terreno del conocimiento como en el de la realidad, sufre modificaciones que responden, en distintos momentos y bajo distintas circunstancias, a los requerimientos de uno u otro referente. (5)
La misma autora señala distintas figuras (perfiles le llama ella) que pujan en la disputa por la con-figuración profesional por establecerse e instituirse como el referente de ordenamiento del campo. Estas figuras son:
-El perfil de una profesión que hace referencia a los contenidos científico-técnicos contenidos en un determinado campo de conocimientos disponible.
-El perfil de la profesión que toma como referencia el ámbito sociocultural y las necesidades sociales en su sentido más amplio, consideradas éstas como un espacio que no se agota en los simples requerimientos explícitos del mercado de trabajo, ni necesariamente en las prioridades marcadas por las coyunturas políticas.
-El perfil de la profesión delimitado por los programas indicativos emanados del aparato estatal.
-El perfil de la profesión que se define a partir de la demanda y de la oferta producida por la dinámica propia del mercado de trabajo de una determinada formación socioeconómica. (6)
Frente a estas figuras (lo académico; el espacio o campo social; el aparato estatal; el mercado) con pretensiones gobernantes sobre lo profesional, las preguntas políticas emergentes aquí se hacen evidentes:
¿Qué ordenador de sentido comanda el proceso de prácticas profesionales en la sociedad?
¿Qué con-figuración nos hacemos de la profesión en la sociedad?
Pero para plantear estas preguntas se hace necesario reconocer, como dice Díaz Barriga, que las profesiones
...son prácticas sociales inscritas en diversos proyectos. Detrás de una concepción profesional subsiste una teoría social y una teoría disciplinar. De tal manera que la constitución, que la valoración y legitimación científico social de la profesión reclama la construcción de un problema conceptual.
Por otra parte, para una comprensión de la inserción social y de la dinámica de una profesión también se hace insoslayable poner de manifiesto la especificidad de un campo profesional que se articula con unas historias disciplinares y un derrotero histórico social que se acentúa según un espectro de intereses y valoraciones sociales en relación con la misma actividad profesional.
Es la lucha por lo que históricamente le da sentido a una profesión.
La constitución de un campo.
La cuestión de la comunicación goza hoy de una cierta popularidad, o para decirlo en otros términos está de moda. Las matrículas de las instituciones de educación superior que la abordan como objeto presentan un crecimiento sostenido; los gobiernos se autocritican diciendo que no saben comunicarle a la gente las bondades de sus políticas implementadas; las empresas hacen de ella el eje de producción de sus negocios; las organizaciones y los problemas organizacionales reparan en ella etc., etc.
Ahora bien, entonces más que nunca vale la pena plantearse la pregunta sobre qué nombra la comunicación cuando se la nombra; o para decirlo en otros términos qué sentidos pujan en la constitución del campo.
Pero antes de ello quisiéramos señalar lo que para nosotros es una marca constituyente del campo en América Latina. La articulación Comunicación/Cultura/Política es un nudo fuerte de la historicidad de nuestro campo y profesionalización, es una singularidad constitutiva de la comunicación (7)(comunicología) latinoamericana . Esto no quiere decir que los trazos de sentido de este nudo sean todos convergentes, por el contrario, siempre se mantiene aquí una tensión polémica. Precisamente ¿cómo entender lo comunicacional? es la pregunta que dibuja, más que la búsqueda de un entendimiento ideal, una zona polémica en el centro mismo de la comunicación. Pero a la vez, esta tensión es lo que hace y mantiene rica y viva la posibilidad de intervención en la constitución del campo en la sociedad.
La comunicación teje el hábitat común delimitando el poder de intervención sobre este . La comunicación hace territorio y marca la relación comunal.
Según como sea nuestra posición (epistemológica-política) frente a este nudo, será la construcción del campo profesional que estemos proponiendo.
A grandes rasgos podemos trazar dos modelos para articular el campo profesional.
Un modelo de profesional de la comunicación que responde a un paradigma mediático informacional y que a su vez se piensa como engranaje fundamental del aparato productivo reducido a su condición tecnológica productivista/consumista. El comunicador o comunicólogo como tratador de mensajes o paquete de datos. La confluencia de este modelo profesional con algunos aspectos de la sociedad contemporánea que se han caracterizado como sociedad de la información, sociedad de consumo, sociedad del espectáculo, cultura del simulacro, etc. responde básicamente a una adecuación necesaria funcional de la profesión al productivismo de una determinada sociedad. Es el modelo hegemónico de la actividad dominante, es lo que se constituye en pre-dominante en el orden del sentido profesional. Un modelo oficial de la profesión; el modelo en dominancia sobre el resto de las modalidades comunicacionales.
Si bien esta condición señala una dimensión de lo comunicacional de la sociedad, no obstante no es condición suficiente para dar sentido al campo profesional.
Ahora bien, si entendemos que el proceso de producción de sentido de una comunidad se juega en gran medida en las prácticas comunicacionales por las cuales los componentes o compositores de la comunidad procuran establecer un modo relacional que implica un ordenamiento de lo social; entonces, los criterios para dar sentido al campo se abren a un horizonte que no se reduce al de la producción de mensajes sino que deben comprender las condiciones y los procesos de producción de las significaciones sociales.
Si nuestra pregunta nuclear es ¿cómo significa una comunidad?, los criterios para pretender intervenir en el ordenamiento del sentido del campo de la comunicación, además de los que se establecen para ser un buen diseñador de imagen, un buen redactor, un buen agente de prensa; etc. etc. deben ensancharse para comprender lo que va de cultural, social, económico, político, vital, en fin, de historicidad en la comunicación.
Si hay algo así y de hecho lo estamos construyendo como el campo de lo comunicacional, no puede dejar de comprender estas cuestiones para dar sentido a un campo profesional.
Profesión, comunicación y ciudadanía: una mirada comunicacional en la sociedad.
En la comunicación se juega de manera decisiva la suerte de lo público, la supervivencia de la sociedad civil y de la democracia
Podemos caracterizar al presente momento histórico en los términos de Norberto Chávez:
La mercantilización de todas las actividades sociales ha marcado tanto los contenidos semánticos como las retóricas de su comunicación y, por consiguiente, ha reducido sus modelos a prácticamente uno: la publicidad persuasiva ejercida por la empresa privada sobre su audiencia con el fin único de ampliar la cuota de mercado para aumentar los beneficios. (8)
A este modelo lo vemos operar hasta en el campo que modernamente se ha instituido como el ámbito para el tratamiento de lo público: la política. Hoy también la política, ha sido colonizada por la racionalidad del mercado y la lógica de empresa. Así que cuando hablamos de lo político que está profundamente enraizado en nuestra actividad no lo estamos homologando a la política hegemonizada por esta racionalidad.
Existe el imperio de una ideo-lógica que pretende instituir que lo privado es privado de lo público.
Para nosotros, la comunicación está necesariamente vinculada a la conformación de lo público, como el campo de conversación, audición y visibilización de los distintos actores que constituyen y componen una sociedad; ya sea que estos actores se asuman como actores políticos, como actores sociales, como actores culturales o como actores económicos. En definitiva, la comunicación pone de manifiesto la puesta en común de lo común en un momento histórico. Se trata de partir de la consideración de que la comunicación es el verbo (acción) de una (plural) comunidad. Lo común de una comunidad articula sus tejidos en el proceso comunicacional.
En realidad la composición (miembros intervinientes, característica, articulación, etc.) de esta gran conversación, es la que constituye el que expresa a una comunidad y que hace de ella un ambiente hostil u hospitalario; que hace que se quiera habitar un lugar o no, más allá de que se esté condicionado a habitarlo.
Asumir esto es en verdad todo lo contrario a concentrar el derecho de la palabra pública en manos de voceros expertos o profesionales.
No se trata de expertizar la comunicación, se trata de accionar e intervenir como profesionales en aras de que el tejido comunicativo de sociedades democráticas no se esclerose ni edulcore y que los actores de esta sociedad se hagan agentes de la misma y no sufrientes clientes, meros votantes, pacientes o consumidores de un espectáculo del que no participan. No se trata sólo de sistematizar (hacer sistema) lo que por otro lado es constitutivamente imposible de sistematizar totalmente, se trata de intervenir en la producción de sentido para acceder, con las mejores condiciones de navegación, al y darle un cause a nuestro rumbo.
Esta es una forma de entender la ciudadanía que poco tiene que ver con expertizar la comunicación pero que reclama cada vez más miradas y lugares donde se pongan en juego en lo social.
Nuestro campo profesional está constitutivamente articulado con lo que Stuart Hall y David Held (9) denominan ; es decir los modos en que se articulan lo público, lo social y los aspectos individuales de la vida política o, para decirlo de otra forma, la manera en que nuestras sociedades se plantean las relaciones entre libertad individual, las cuestiones distributivas y redistributivas de justicia social y los procesos democráticos.
Comprender esto es comprender la vitalidad de la comunicación para nuestras complejas sociedades contemporáneas, sin reducirla a una que la haga funcional de una sociedad injusta (expulsante y excluyente); totalitaria (tributaria de un totalitarismo del mercado) y falaz (ya que da a la injusticia y al totalitarismo la formalidad de la democracia).
Por otro lado, la competencia de un profesional no puede constatarse sino es en estado práctico; pero si una sociedad no genera las condiciones y el espacio para que este saber social le sea práctico (practicado) en el camino a hacerse más habitable, esta competencia se torna improductiva por más competitiva que sea.
Entonces, como parte de la sociedad, nuestra tarea es también empujar y bregar por la creación de esos lugares en espacios como organizaciones de la sociedad civil, empresas, medios de comunicación, instituciones del estado, organismos no gubernamentales, fundaciones, y otras formas comunitarias que se presenten. Cuando estos lugares comienzan a articularse, cambian en parte las condiciones de habitabilidad de una sociedad; se gana en sustancia (ya no sólo en la formalidad) de lo democrático.
Es en este sentido en el que sostenemos cierto derecho de conciencia en estos lugares. Lo que ha sido una acumulación social que el Estado redistribuyó en Formación de Comunicadores es un bien/servicio al que la sociedad tiene derecho para mejorar su calidad de habitabilidad.
Si la memoria de nuestro campo se encuentra entrelazada con la constitución de lo público moderno y constatamos que en América Latina hay una tradición de constitución del campo que articula comunicación/cultura/política, entonces podemos asumirnos como profesionales para una sociedad democrática pero en su fuerte sentido de: Libertaria, justa y veraz.
Generar políticas en función de esto es una tarea pendiente. Un proceso de formación sin proyecto económico-social cultural y político no construye su legitimidad social y no contribuye a una inserción productiva en la sociedad de la que se trate, es decir, no tiende a la generación de condiciones para creación de oportunidades de trabajo (una generación de empleo no regulada sólo por la dinámica del mercado
ocupacional) y además no favorece una redistribución del saber social acumulado por la sociedad misma.
Citas:
(*) Lic. en Cs. de la Información, Universidad Nacional de Entre Ríos.
1 Receta que sostiene que la mejor norma es la ausencia de toda normatividad.
2 Nos proporcionaría una imagen, un mapa, una con-figuración de nuestra tarea profesional.
3 Identidad que se asume, se transforma o perpetúa y naturaliza.
4 Competencia, precisamente aquí, en el sentido de las capacidades de la labor profesional para el mejoramiento de la vida social y política de una comunidad.
5 Pacheco Mendéz, Teresa y Díaz Barriga, Ángel; La profesión. Su condición social e institucional, México, Centro de Estudios sobre la Universidad, UNAM, 1997. P. 34.
6 Pacheco Mendéz, Teresa y Díaz Barriga, Ángel; La profesión. Su condición social e institucional, México, Centro de Estudios sobre la Universidad, UNAM, 1997. P. 25.
7 Los estudios de comunicación en América Latina siempre han formado parte como espacio relativo relevante dentro del campo de los estudios en comunicación en general. Además, dan cuenta de esta trayectoria entre otras revistas, Chasqui; Comunicación y Cultura y actualmente Dia - Logos (Revista de la Federación Latinoamericana de Asociaciones de Facultades de Comunicación Social -Felafacs-); como así también algunos trabajos específicos que por sólo dar unos poquísimos ejemplos podemos señalar: el estudio de Jorge B. Rivera La investigación en comunicación social en la Argentina, que si bien se ocupa de un país en particular es una reseña que da cuenta de implicancias teóricas que tiñen el escenario latinoamericano; Un campo cargado de futuro -El estudio de la comunicación en América Latina de Raúl Fuentes Navarro; y más recientemente el trabajo Revista Comunicación y Cultura -Itinerarios, Ideas y Pasiones- Víctor Lenarduzzi. Además podemos observar esto en el modo en que revistas internacionales importantes han dedicado números especiales a los estudios en comunicación en América Latina. Por ejemplo; Perspectivas latinoamericanas, Media, Culture and Society (Londres), vol. 10, nº 4, octubre de 1988; América Latina -Comunicación, Cultura y Nuevas Tecnologías. Teoría, Políticas e investigación-, Telos -Cuadernos de comunicación, tecnología y sociedad-, nº 19, septiembre-noviembre de 1989, Fundesco, Madrid.
8 Chávez, Norberto; Comunicación y tercer sector, en Revista Constelaciones de la Comunicación Nº 1, Buenos Aires, septiembre del 2000. P. 146.
9 Hall, Stuart y Held, David; Ciudadanos y ciudadanía en Revista Constelaciones de la Comunicación Nº 1, Septiembre de 2000, Bs. As. Ps.224-237.
Bibliografía:
- Berger, Chistan. (2000) Entre a Desesperança e a Organizaçao, Revista Constelaciones de la Comunicación Nº 1, Buenos Aires.
- Chavez, Norberto. (2000) Comunicación y tercer sector, en Revista Constelaciones de la Comunicación Nº 1, Buenos Aires.
- Garretón, Manuel Antonio. (1995) Democracia, ciudadanía y medios de comunicación. Un marco General; en AAVV, Los Medios, nuevas plazas para la democracia; Calandria. Lima.
- Giménez, Juan Manuel; Comunicación: una mirada una tarea. Apuntes desde el lugar de formación; en Revista Ciencia, Docencia y Tecnología Nº 13, Universidad Nacional de Entre Ríos, Paraná, mayo de 1997.
- Giménez, Juan Manuel; Teoría-investigación y política. Un condensador en los estudios de comunicación de América Latina, Trabajo presentado para la evaluación del Seminario Paradigmas y Teorías de la Comunicación de la Maestría ; Centro de Estudios Avanzados (CEA), Universidad Nacional de Córdoba, Córdoba, marzo de 1999.
- Gussi, Alcides Fernando. (2000) Empresas, cultura e sociedade: Por uma etnografia do capitalismo conemporaneo, Revista Constelaciones de la Comunicación Nº 1, Buenos Aires.
- Hall, Stuart y Held, David. (2000) Ciudadanos y ciudadanía en Revista Constelaciones de la Comunicación Nº 1, Bs. As..
- Kaplun, Gabriel. (2000) Comunicación organizacional: la importancia de los bordes, Revista Constelaciones de la Comunicación Nº 1, Buenos Aires.
- Lopez Veneroni, Felipe. (1989) Elementos para una crítica de la ciencia de la comunicación; Editorial Trillas, México.
- Luna Cortés, Carlos(Coord.); Solis, Beatriz y Núñes Gornés, Luis (Editores). (1992) Generación de conocimientos y formación de comunicadores, VII Encuentro Latinoamericano de Facultades de Comunicación Social, Opción, México.
- Pacheco Méndez, Teresa y Díaz Barriga, Angel (coord.). (1997) La profesión. Su condición social e institucional; Centro de Estudios sobre la Universidad, UNAM, México.
- Revista Telos Nº 19, América Latina. Comunicación, cultura y nuevas tecnologías. Teoría, políticas e investigación, Fundesco, Madrid, septiembre-noviembre, 1989
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